LOS PÁJAROS HOLGAZANES
Fría y brumosa noche de luna. Un viento huracanado pasa bramando en los techos, los eucaliptos y los nogales de las huertas, arrastrando jirones de niebla que parecen fantasmas...
Jimbi, poblacho andino, tirita de frío, oculto bajos los gigantescos árboles. Los silbidos angustiosos de los shihuines cruzan la noche como hondazos, por todas partes.
-¡Holgazanes!- exclama taita Belisho ante el canto de esos pájaros. -Ahora que hace frío se acuerdan que deben construir su casa. Mañana van a dormir todo el día...
-Así es-, recalca taita Orencio. -Sólo cuando llueve o hace frío se acuerdan de fabricar su nido los muy «quellas»... “¡Mañana voy a hacer mi casa!... ¡Mañana voy a hacer mi casa!...” gritan los tunantes, pero al llegar la aurora olvidan su promesa...
-Para ellos todo es mañana... y nunca llega ese mañana.
-Sí, pues. Lo correcto sería que sin estar avisando, calladitos nomás, se pusieran a hacer sus nidos. Pero los condenados gritan y gritan y después no hacen nada... Bulla, bulla... y, luego, nada.
-Muchos hombres, taita Orencio, son como los shihuines. Prometen una cosa y no la cumplen. Aquí, en Jimbi, hay hombres que hasta ahora ni casa tienen...
-Así es. Fabián Capa, por ejemplo, hasta ahora no acaba de techar su casa; hace tiempo que está en esa condición y ya se va a caer. Sólo cuando llueve se lamenta él también...
-Igualito que los shihuines...
Y los dos viejos ríen, sentados en el poyo de la casa de taita Belisho, donde acostumbran reunirse por las noches a conversar.
FRANCISCO IZQUIERDO RÍOS