La Garza Blanca
Algunos de los peces más abundantes y sabrosos de los ríos amazónicos se caracterizan por su peligrosa cantidad de espinas gruesas y finas, grandes y chicas. Por ello, a los foráneos que van a saborearlos les aconsejan hacerlo siempre con mucho cuidado. Es una habilidad que requiere paciencia y estar alerta, por lo cual uno como forastero siempre se admira de que la gente de la selva --inclusive los niños tiernos-- quiten rápidamente con labios y lengua esas peligrosas espinas sin detenerse mientras comen y sin dejar de hablar y reír.
Para explicar esa rara habilidad, la gente de los ríos Amazonas, Napo, Huallaga y Ucayali cuenta la siguiente leyenda:
Dicen que a orillas del Napo vivía un matrimonio que tenía una hija única, llamada Blanca. Haciendo honor a su nombre, gustaba mucho de vestir trajes blancos. Quería estar siempre limpia. Además, a Blanquita le gustaba mucho comer pescado, por lo cual todas las tardes después de clases iba al río a lavar su ropa, a pescar y a bañarse.
Era una niña hermosa, estudiosa, trabajadora, delgada, alta, de piernas largas, carácter muy dulce y muy bonita. Entonces, el diablo, que nunca duerme, metió su cola: algunas malas personas comenzaron a sentir envidia de que esa familia tuviera una hija así. Y la envidia fue tan grande que llegaron a desear su muerte.
Por eso, una tarde, Blanquita bajó al río como acostumbraba. Probablemente hizo lo de siempre: pescar, lavar su ropa y bañarse. Pero algo ocurrió porque no regresó a su casa y no volvió a saberse de ella.
Su familia la buscó desesperadamente por los ríos, pensando que la habían secuestrado, que alguna banda la había robado para llevarla lejos y venderla como sirvienta o esclava. Pero nadie había visto nada extraño en la zona y entonces pensaron que la pobre muchacha se había ahogado.
Pasó el tiempo y la gente se dio cuenta de que desde el día de la desaparición de Blanquita, todas las tardes una hermosa garza blanca llegaba al río y ahí se quedaba horas de horas bañándose y pescando.
Muchos años después, al sentir la cercanía de su muerte, una bruja malera confesó arrepentida que, a pedido de algunos malos vecinos, ella había convertido a Blanquita en una garza, y que no pudiendo reconvertirla en persona, en homenaje a su memoria había dado a los niños de la selva la cualidad de ser estudiosos, trabajadores y limpios, así como la de comer cualquier clase de pescado con gran habilidad y mucho gusto.
Leyenda Amazónica Popular
(Versión de Elmo Ledesma Zamora)