EL PICAFLOR
América, y el Perú en particular, es tierra de pájaros. Sólo en el Parque Nacional de Manu, en Madre de Dios, los hay en mayor variedad que en toda Europa y en todo Estados Unidos y Canadá. Por ello, quien recorra nuestra tierra no puede dejar de verlos.
De la sierra, uno recuerda los cóndores, halcones, cernícalos, urpis, perdices, torcaces, guachguas, chihuacos, parihuanas, patos, guachguas, suris, lequeleques, tuyas, alcamares y pericos.
Piensa en la costa, y recuerda sus gaviotas, pelícanos, pardelas, guanayes, zarcillos, piqueros, huerequeques, chiscos, huanchacos, cuculíes, tortolitas, pericos, guardacaballos, santarrositas, petirrojos, jilgueros, gorriones, lechuzas y gallinazos.
Recuerda de la selva sus paujiles, tucanes, garzas, violinistas, guacamayos, shanshos, paucares, guácharos, quienquienes, gallitos de las rocas, pedrodíaz, ayaymamas, martinpescadores y mil aves más.
Pero, si buscase un pájaro que representase a todo el Perú y aun a toda América, escogería el colibrí (“colibrillante”), pues se le encuentra desde Alaska hasta Tierra del Fuego y en las islas del Mar Caribe, sin que haya valle ni pueblo del Perú donde no se le vea.
En el Perú, el colibrí es llamado picaflor. En otras partes tiene diversas denominaciones, así: “beija flor” (besa flor) en Brasil, “chuparrosa” en México, “pájaro abeja” en Cuba, “pájaro mosca” en algunos sitios y “humming bird” (pájaro zumbador) en Estados Unidos.
El picaflor es un pajarillo hermoso, interesante y útil. Es el más pequeño del mundo. Su longitud de la punta del pico a la cola, varía desde 7 centímetros, en la especie “enana” de Cuba, hasta 20 centímetros, en el “gigante” de nuestras punas. Proporcionalmente, es el ave de pico más largo, el cual, en algunas especies, constituye la mitad de su talla total.
Su plumaje es de colores brillantes, predominando los tonos rojos, amarillos, azules y verdes, todos ellos con reflejos tornasoles.
Se alimenta del néctar que segregan las flores, y de los pequeños insectos ahogados o atrapados en ese líquido meloso y perfumado.
El picaflor visita diariamente miles de flores, pues cada día debe consumir una cantidad de néctar e insectos que pese la mitad de su propio peso. En esas visitas lleva, inadvertidamente, de flor en flor, el polen que se adhiere a su pico, facilitando así la fecundación de las plantas.
La hembra construye el nido -de 5 a 6 centímetros de diámetro- con hebras vegetales, pelos de animales, musgo, líquenes, algodón y hojas que sujeta con telas de araña. Sí, con la pegajosa tela de arana. En él pone dos huevitos de 1 cm de largo y ½ cm de diámetro que pesa apenas un gramo. Parecen un enorme grano de arroz o un frejol panamito. Los pichoncitos nacen a los quince días, y tres semanas después dejan el nido.
El picaflor es un ave muy pequeña, hermosa e interesante; pero al volar es cuando más nos asombra. Tiene alas cortas, pero poderosísimas pues al volar las agita 80 veces por segundo, es decir, casi cinco mil veces cada minuto, por lo cual no las vemos ni escuchamos.
Es tan hábil volando que, cuando llega ante una flor, esta ave no sólo se “detiene” en el aire, sino que también se desplaza de costado, hacia arriba, hacia abajo, hacia atrás -como un helicóptero-, a fin de acomodar su posición en el aire para introducirle a la flor su largo y fino pico.
El vuelo es su único medio de desplazamiento, pues así va siempre de un lado a otro aunque la distancia sea de apenas unos centímetros. Sus patas, pequeñísimas, sólo las usa para posarse sobre las ramas, nunca para caminar.
Por todos estos atributos, el picaflor causaba admiración a los antiguos peruanos quienes lo dibujaron en la Pampa de Nasca y en sus telas y huacos. Los incas y caciques usaban telas revestidas con sus plumas más brillantes. Y los cantores y narradores populares lo elogiaron en leyendas y canciones.
Elmo Ledesma Zamora.