EL GENEROSO PÁJARO CARPINTERO
Ésta es una historia que nos cuentan nuestros abuelos. El pájaro carpintero es una de las aves más trabajadoras. Siempre está trabajando, golpeando con su durísimo pico árboles y palos, haciendo huecos para construir sus nidos y también para buscar insectos con que alimentarse.
Una mañana, cuando apenas el sol estaba levantándose, el pájaro carpintero dijo:
-Voy a construirme una casa en un nuevo árbol.
Y diciendo estas palabras, se fue volando y se detuvo en un alto palo agarrándose con sus uñas. Y con su pico golpeaba y golpeaba y golpeaba haciendo hueco. Cuando terminó su casa, se metió dentro y la probó. Y vio que estaba muy bien. Mirando arriba y abajo, a izquierda y derecha dijo:
-Sí, está bien. Aquí me quedo.
Y se quedó a vivir allí.
Apenas había comenzado a descansar en su nueva casa, llegó volando el tucán chico Kéjua y habló diciendo:
-Cuñado, quisiera que me regales tu casa. Yo no tengo casa. Necesito una casa. Y yo no sé construir casa. Tengo pico grande y grueso, pero no me vale para hacer hueco. Y como tú sabes bien hacer casa, por eso te pido que me regales tu casa. Tú puedes hacerte otra.
El pájaro carpintero al principio mezquinaba, no quería dar su casa. Mucho trabajo le costaba hacerla. Pero después el pájaro carpintero se animó y le dijo al tucán chico:
-Bueno, toma, te la regalo.
Y el pájaro carpintero se fue volando alto y pasó a otro tronco que era mejor y allí empezó otra vez a hacerse su casa a golpe de pico. Y mientras golpeaba y golpeaba se decía:
-De aquí no me saca nadie. Ya no voy a mudarme a ninguna parte. Aunque me pidan otra vez, no voy a dar.
Y terminó de huequear el palo. Y metiéndose dentro se puso a descansar y a dormir.
Muy pronto se presentó un tucán grande, llamado Tsukanká, que le dijo:
-Cuñado, por favor, dame tu casa. Tú sabes siempre construir tu casa y nunca te falta, en cambio yo no sé hacer casa.
Entonces el pájaro carpintero tuvo pena en su corazón y respondió al tucán grande:
-Bueno, te la dejo para que la uses. Yo me voy a buscar otro árbol para hacer casa para mí.
Y le entregó su casa y el pájaro carpintero se fue volando y pasó a otro palo que estaba a orillas del río Marañón. Era un árbol muy alto. Y decía el pájaro carpintero:
-Aquí voy a construir mi casa. Porque desde aquí arriba puedo ver bien las aguas del río Marañón y las gentes que pasan con sus balsas y canoas.
Y empezó a golpear la corteza del árbol. Golpeó duro hasta que tuvo su casa terminada. Y metiéndose dentro dijo:
-Aquí me quedaré a vivir. Esta casa no la voy a regalar ni tampoco la voy a cambiar. Ésta es una hermosa casa.
Y diciendo esto, como estaba cansado de tanto golpear con su pico, se echó a dormir:
Y cuando estaba durmiendo, en ese momento sobrevino un viento muy fuerte y derribó el árbol. Y el árbol cayó en medio del río Marañón. El tronco flotaba, pero la casa del pájaro carpintero se había quedado bajo el agua y no podía salir. Y pensó:
-Tengo que hacer otro hueco por la parte de arriba para poder salir y no ahogarme.
Y comenzó a golpear con todas sus fuerzas. Tenía que trabajar incómodo echado de espaldas. Golpeando, golpeando, consiguió hacer una ventanita. La hizo más grande. Y pudo salir afuera con grandes esfuerzos. Y como estaba bien mojado por el agua del río Marañón no podía volar, así que se quedó en el tronco que flotaba y se puso a secarse al sol, sacudiendo sus alitas.
Cuando quedó bien seco, el pájaro carpintero se fue volando muy triste. Y se fue muy lejos internándose en la selva. Y construyó su nueva casa lejos del río. Y por eso, desde entonces, nunca más se ve al pájaro carpintero cerca de las orillas de los ríos y quebradas de la selva. Hay que caminar bastante por la trocha para encontrarlo y escuchar el golpeteo de su pico contra la corteza de algún árbol.
Leyenda aguaruna
(Versión de José Luis Jordana)