EL BARREDOR

Beppo era barredor. Cada mañana, iba antes del amanecer, en su vieja y chirriante bicicleta, al centro de la ciudad, a un gran edificio. Allí esperaba, con sus compañeros, en un patio, hasta que le daban una escoba y le señalaban que calle tenía que barrer. Le gustaba su trabajo y lo hacía bien. Sabía que era un trabajo muy necesario.

Cuando barría las calles, lo hacia despacio pero con constancia. Y mientras iba barriendo, con la calle sucia ante sí y la limpia detrás, se le ocurrían pensamientos.

Un día Beppo le dijo a Momo:

- Ves, Momo, las cosas son así: a veces tienes ante ti una calle larguísima. Te parece tan terriblemente larga, que nunca crees que podrás acabarla.

- Y entonces empiezas a apurarte más. Cada vez que levantas la vista, ves que la calle no se hace más corta. Y te esfuerzas más todavía, empiezas a tener miedo, al final estás sin aliento. Y la calle sigue estando por delante. Así no se debe hacer.

Pensó durante un trato. Entonces siguió hablando:

- Nunca se ha de pensar en toda la calle de una vez, ¿entiendes? Solo hay que pensar en el paso siguiente, en la siguiente barrida. Nunca más que en la siguiente.

Volvió a callar y reflexionar antes de añadir:

-Entonces es divertido; eso es importante, porque entonces se hace bien la tarea. Y eso debe ser así.

Después de una nueva y larga interrupción, siguió:

-De repente se da uno cuenta de que, paso a paso, se ha barrido toda la calle. Uno no se da cuenta cómo ha sido y no se está sin aliento.

MICHAEL ENDE

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