La aconsejación
“No seas rabioso, hijito. Has de entender, has de escuchar. Para que vivas, hijito.
La abuelita, el abuelito, todos los miembros de la casa le aconsejan. Así, antiguamente se aconsejaba a nuestros hijos. De igual modo, hoy se aconseja a los hijos, para que realicen los trabajos de la comunidad.
“Las pretinas de los hombres has de pensar para que no compres, has de pensar, hijita, has de trabajar duro para que hiles la pretina para tu marido.
“Para que no seas un haragán, hijito. No has de ser perezoso, hijito. En mi hablar no existe esa palabra. Sólo bizarro existe. Para que no seas mentiroso y no vivas engañando a los demás, debes trabajar. Así, con el trabajo puedes obtener muchas cosas. Para cuando tengas un hijo, para encontrar comida, para poder comer, para tener dinero, hay que trabajar. Aunque seamos pobres, no hay que abandonarnos, hay que trabajar. Así se debe hacer. Quizá algún día nosotros tendremos algo, hijito. Así es, hijito. Has de trabajar, hijito.
“Vete, hijito, a trabajar en nuestra chacra. Vete a traer nuestro choclito. Anda con tu padre a traer el maíz.
“Las mujercitas van a traer agua. Ellas van a traer el agua. Así te digo: las mujeres, las esposas, las madres tienen que mandar a sus hijos para que trabajen y que hagan todo. Las mujercitas, que aprendan a cocinar. Los hombres mandan a sus hijos y les enseñan a trabajar en la chacra. Las mujeres tienen muchas cosas que aprender, tienen que limpiar la casa, embarrar sus ollas, platos, las tinajas, luego tienen que tejer los cinturones de diferentes formas. Las que saben urdir solas hacen las pretinas para su esposo e hijos.
“Los hombres además de poner leña, llevar los plátanos, pueden tener un oficio, pueden ser carpinteros. Si tienes el cogollo de la shapaja, puedes hacer tu estera, tus canastas. Después ya quedas libre, desocupado. En cambio, las mujeres tienen más cosas que hacer. Ahí también se aconseja, la madre, la madre aconseja a los hijos: ¡Hijito, hijito! ¡Quiéreme, quiéreme! Hijito, prepara tu pretina, también tu chumbe.
“Las muchachas tienen que hilar, tienen que hacer su chumbe, su pretina. No hay dinero para comprar, y si lo hay no alcanzaría para comprar otras cosas. Por eso, las madres enseñan a sus hijos para que aprendan y hagan sus propias cosas.
“En este tiempo los jóvenes ya no quieren hacer nada. Quieren tener todo, pero todo comprado. Eso es lo que observo. Los jóvenes ya no hacen chumbe, no embarran, sólo desean comprar. No quieren hilar ni tejer.
“Por ejemplo, mi mujer sabe urdir, confeccionar el chumbe. Pero ahora la gente no desea aprender. Yo tengo dos hijas casadas, una tiene dos hijos, la otra cinco y yo aquí tengo cuatro hijas. Ellas hacen chumbes, pretinas, tinajas, ollas, en fin todo trabajo que saben las mujeres. Pues, claro, la mamá les dice, la mamá les enseña: “Esto tienes que hacer, hija. Esto tienes que hacer, hijo. Alguna vez cuando ya no estés en mi poder, en verdad te han de servir estos consejos. Eso es una vedad. Todo el tiempo no se vive con el padre, ni con la madre. Así, nosotros les enseñamos a nuestros hijos, varones y mujercitas. Tampoco nuestros hijos van a vivir en la casa sin hacer nada. Los hijos tienen que aprender algo.
“La juventud de ahora son malcriados, parece que no tuvieran padre ni madre. No les corrigen, no les aconsejan. Son malcriados e igualados. Se igualan con los mayores.
“Yo tengo dos jovencitos, yo siempre los corrijo, siempre los aconsejo, tal como me aconsejaron mis padres. De la misma manera nuestros hijos tienen que aprender a no olvidar todo aquello que se le aconseja. Tienen que aprender a escuchar, a obedecer, no vaya a ser que le entre por una oreja y le salga por la otra. Hay que tratar que lo graben en la cabeza, para que se acuerden y digan: Papá me ha enseñado, mi mamá me ha enseñado todo. Nosotros no sabíamos nada, pero nuestros padres nos han enseñado.
“Algunos problemas de la vida, como es la vida del agricultor, cómo se siembra la raíz del plátano. Así se siembra, hijo, para que alguna vez vivas con algo, para que tengan plátanos, yuca, maíces, frijoles. Algo que puedan encontrar y comer, así nos aconsejan nuestros padres. Es la pura verdad. Así hemos aprendido de ellos. Primero hemos hecho nuestra casa. Yo me he casado a los 22 años, después de regresar del servicio militar. Yo he servido hace treinta años. Yo serví en el año 1950. Soy de la clase 50. Después de regresar, a los 22 años, me he casado. Después de venir del servicio. Tengo 30 años de casado.
Juan José SALAS (narrador)
y Olinda ADAUTO (recopiladora)
(Lugar: Pamashto)