Poema trágico

con dudosos logros cómicos

Mi familia no tiene médico

ni sacerdote ni visitas

y todos se tienden en la playa

saludables bajo el sol del verano.

Algunas yerbas nos curan los males del estómago

y la religión sólo entra con las campanas alborotando los canarios.

Aquí todos se han muerto con una modestia conmovedora,

mi padre, por ejemplo, el lamentable Prometeo

silenciosamente picado por el cáncer más bravo que las águilas.

Ahora nosotros

ninguno doctor o notable

en el corazón de modestas tribus,

la tribu de los relojeros

la más triste de los empleados públicos

la de los taxistas

la de los dueños de fonda

de vez en cuando nos ponemos trágicos y nos preguntamos

por la muerte.

Pero hoy estamos aquí escuchando el murmullo de la mar

que es el morir.

Y este murmullo nos reconcilia con el otro murmullo del río

por cuya ribera anduvimos matando sapos sin misericordia,

reventándolos con un palo sobre las piedras del río tan metafórico

que da risa.

Y nadie había en la ribera contemplando nuestras vidas hace años

sino solamente nosotros

los que ahora descansamos colorados bajo el verano

como esperando el vuelo del garrote

sobre nuestra barriga

sobre nuestra cabeza

nada notable

nada notable.

José Watanabe