EL QUE TODO LO CAMBIABA
Un joven poblano heredó una chacra con una casita y allá se fue a vivir. También había heredado una vaca. Pero no sabía ordeñar, por lo cual decidió llevarla a la feria para venderla. En el camino contó su intención a un campesino y éste le dijo:
-¡Qué casualidad! Yo quiero vender un caballo para comprar una vaca. ¡Se la cambio!
El poblano aceptó. Pero, como no sabía montar, se fue jalando de la rienda el caballo. Después, una mujer que criaba chanchos le dijo:
-¡Ese caballo está viejo! Nadie se lo comprará. Pero, si quiere, se lo cambio por un chancho, que es más fácil de llevar.
El poblano aceptó y siguió su camino, pensando en su vaca que cambió por el caballo que acababa de cambiar por un chancho.
Al poco rato el chancho se cansó, y el poblano tuvo que cargarlo. Como pesaba mucho, se lo ofreció en venta a un pastor.
-¡Ese chancho está flaco! Para venderlo bien, primero habría que cebarlo. Pero, si quiere, se lo cambio por una oveja-, le dijo el pastor.
El hombre aceptó y siguió su camino pensando en su vaca que cambió por un caballo que cambió por el chancho que acababa de cambiar por una oveja.
Al llegar a un tambo, una viejita le dijo: -Esa oveja chusca sólo sirve para charqui. ¿No quiere cambiarla por tres patos?
El poblano aceptó, pero ya estaba regresando a su chacra cuando se acordó que allá no había río ni laguna. Entonces regresó corriendo donde la viejita y le cambió los tres patos por dos gallinas.
Yéndose ya otra vez a su casa, se acordó de que vivía solo y pensó: “Si me quedo a cuidar las gallinas, no podré salir a trabajar. Y, si las descuido, se las comerá el zorro.”
Entonces dio media vuelta y se fue rapidito a la feria. Allá cambió por un perro pastor alemán las dos gallinas que recibió por los tres patos que recibió por la oveja que recibió por el chancho que recibió por el caballo que recibió por su vaca. “Este perro cuidará mi casa y así nadie me robará”, pensó.
Pero el poblano no pudo alimentar bien a su perro. Por ello, el perro enflaqueció, y el poblano temió que se muriese.
Entonces llevó el perro a la feria y lo cambió por un hermoso gato para que exterminase los ratones de la casa y el huerto. Pasaron dos semanas y el gato se comió hasta el último ratón. Por eso, una noche de luna, el gato se fue y no volvió.
De esta manera, el poblano se quedó sin ratones, y sin la vaca que cambió por el caballo que cambió por el chancho que cambió por la oveja que cambió por los patos que cambió por las gallinas que cambió por el perro que cambió por el gato que se escapó.
-Mejor hubiera sacrificado la vaca para comer la carne o venderla, ¿no? ¿Qué habría hecho usted?- le dijo apenado a un chacarero vecino.
Y el chacarero vecino le dijo, sinceramente, lo que pensaba.
Elmo Ledesma Zamora