Las Siete Diablas

Aguas abajo del pongo de Mainique, el Urubamba tiene siete grandes muyunas o remolinos. Cuando los piros viajan por esas aguas en sus frágiles y veloces canoas reman con especial fuerza, y en el preciso instante en que yendo por el centro del río van a cruzar frente a una orilla o banda donde gira una de las siete muyunas, desvían con ímpetu su canoa hacia la banda contraria. Ellos saben que si su canoa se desvía hacia la banda de la muyuna, no podrán evitar que la fuerte corriente circular del remolino atrape a la canoa, que entonces estaría condenada a girar acercándose al hoyo central, que la sorberá entera con pasajeros y carga.

Dicen los piros que antiguamente el Urubamba era un río manso y que no existían muyunas. Dicen que eso fue en tiempo de los abuelos de los bisabuelos de sus abuelos.

Dicen que en aquel tiempo la gente cruzaba el río nadando de una banda a otra, y que sin ningún peligro bajaban en balsas y canoas por el pongo desde donde el río Urubamba aún se llama Vilcanota, como cuando circunda la base de Machu Picchu.

Pero un día llegó desde la Tierra del Amanecer un feroz pueblo de caníbales. Dicen que aquellos salvajes atacaban a los piros de día y de noche, en sus casas, en las chacras, en el monte y en el río, para matarlos y comérselos. Entonces los piros se defendieron con sus lanzas, flechas y garrotes de caza.

Entre los caníbales destacaban por su ferocidad siete mujeres. Eran muy feas, fuertes y terriblemente astutas y despiadadas. A esas horribles criaturas sus paisanos las consideraban diosas. En cambio, los piros, que sufrían su crueldad, les tenían terror y las llamaban Las Siete Diablas.

La guerra con los caníbales de la Tierra del Amanecer fue larga y dura, pero finalmente la ganaron los piros, por su mayor inteligencia y disciplina. Entonces los caníbales huyeron río abajo y los piros los persiguieron durante días y los fueron exterminando. Finalmente sólo quedaron vivas Las Siete Diablas, que huyeron a bordo de dos canoas negras, desde las cuales, mientras unas remaban, las otras lanzaban flechas y virotes envenenados.

Al llegar al medio del pongo de Mainique, a las caníbales se les acabaron las flechas y los virotes, por lo cual hicieron embravecer para siempre las aguas de este famoso río. Ahí se ahogaron muchos piros, pero los sobrevivientes continuaron implacables la persecución. Al salir del pongo al valle, las siete diablas vieron que los piros de las orillas corrian a subir a sus balsas y canoas para sumarse a la persecución, y se dieron cuenta de que siendo tantos ya las iban a atrapar o a matar. Entonces, lanzando terribles maldiciones contra, saltaron de sus negras canoas y dando pavorosos alaridos se hundieron en las aguas, que al cubrirlas se convirtieron en remolinos que atrajeron mortalmente a las canoas de sus perseguidores.

Así es como se volvió bravo el Urubamba y fue entonces que se formaron a la salida del Mainique los remolinos o muyunas llamadas ahora Las Siete Diablas, que siempre están girando, resonando y sorbiendo. Los piros y quienes viajan con ellos en sus angostas y veloces canoas callan con respeto y temor cuando por ahí pasan, mientras el caudaloso río avanza impetuoso y resonando por su lecho rocalloso, bajo el ardiente sol como una brava y gigantesca anaconda que huye ondulando entre los hermosos verdes cerros de la selva alta de Cusco y Ayacucho.

Elmo Ledesma Zamora

(Leyenda del Pueblo Piro)

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