EL CHIHUACO

Apenas las guindas comienzan a pintar, el chihuaco toma posesión del árbol y se instala ahí con todas las de la ley durante los tres meses que dura por término medio el apogeo de la planta. Olvida su afición por las lombrices de tierra y se hace completamente frugívoro.

Le hacen compañía, aunque sólo a ratos, dos buenos guinderos: el malaco azul y el malaco grande o flor de habas. Pero mientras que éstos se contentan con picotear la fruta madura, como quien prueba una golosina, el huanchaco se embucha varias docenas de guindas al día, entre verdes y maduras.

El chihuaco digiere las guindas oculto entre la espesura del árbol y de rato en rato deja caer las pepas. Por eso el suelo de los guindales aparece cubierto de grandes cantidades de huesuelos que, a su debido tiempo, atraen la voracidad de los cerdos, que los mastican sonoramente porque les gustan mucho las almendras diminutas y amargas que encierran adentro.

El guindo es el árbol del chihuaco. Allí vive noche y día, disfrutando de una abundancia que no conoce el resto del año. La gente asegura entonces que tiene el pico dulce, y su canto es armonioso, optimista, variadísimo.

Cada mañana, al rayar el alba, es el primer en romper a cantar, y por las tardes es el último que cierra la noche cantando.

Pedro S. Monge

MMM