¿CUÁL ES LA FRUTA MÁS DELICIOSA?
Les voy a contar de cuando yo era niño y estudiaba en San Miguel, en la costa del norte. San Miguel es un pueblo pequeño y hermoso donde todo el mundo se conoce. Un viernes, a fines de agosto, hicimos en la escuela los últimos entrenamientos para el campeonato deportivo. Ese día nos soltaron a las doce, es decir, una hora antes de lo usual.
Todos estábamos cansadísimos. Unos por haber entrenado en diversos juegos y pruebas atléticas. Otros de tanto haber ensayado el desfile y los cantos y barras para alentar al equipo de su año o sección. Y algunos sólo por haber estado toda la mañana bajo el sol. También teníamos hambre y sed. Entonces varios alumnos decidimos juntar nuestras minúsculas propinas para comprar fruta. Salimos de la escuela y nos dirigimos al mercado.
Mientras avanzábamos por la angosta vereda, comenzamos a intercambiar ideas sobre lo que compraríamos. Yo propuse comprar ciruelas, pero los demás no aceptaron. Unos dijeron que en cada kilo de esa fruta hay medio kilo de pepas. Otros dijeron que no tendríamos dónde lavarlas.
Propuse otras frutas, pero las rechazaron por diversas razones: estaban caras, eran medio desabridas, escaseaban, tenían poco jugo, no estaban maduras, su comida era poca, estaban picadas, etc. Razones no faltaban.
Entonces me dediqué a escucharlos. Vean ustedes lo que mis compañeros y compañeras querían comprar:
VILMA: -Compremos naranjas. Las naranjas sacian el hambre y la sed. Su jugo es dulce y sabroso. Además son hermosas y huelen rico.
JORGE: -Yo prefiero la piña. Desde que comienzas a pelarla se siente su aroma. Y al comerla, se deshace en la boca como jugo delicioso... ¡Uuum!
BEATRIZ: -¡Mejor compremos uvas! Todas las variedades son ricas: blanca, negra, italia, borgoña, quebranta. De comerlas nadie se cansa.
SUSANA: -Para mí, no hay nada mejor que las fresas. Son ricas en mermelada o jugo. Y mucho más si son frescas y están cubiertas con azúcar o miel. ¡Compren fresas! ¡Porfa! ¿Ya?
LOS DEMÁS: -¡Hum! Ya veremos..., ya veremos...
LOLO: -Yo no cambio por nada las manzanas. Siempre me gustan, ya tengan cáscara verde, roja o amarilla, y ya sean ácidas, heladas o arenosas. Me gusta su sabor agridulce.
KATY: -¿Y si compramos mangos? ¿No se les hace agua la boca de sólo pensar en un mango de cáscara rojiza? ¿No les tienta comer un mango oloroso, de pulpa suave y amarilla como yema de huevo?
OFELIA: -¿Y no les gustaría una chirimoya? ¿La han probado en torta, helado, jugo o mermelada? ¿No recuerdan su perfume, su suavidad, su blancura? ¡La chirimoya es la reina de las frutas!
AMPARO: -Bueno, todas son deliciosas. Pero yo prefiero el pepino. Tiene aroma delicado y sabor suave, y ¡con qué frescura y sabrosura nos quita la sed!
GERMÁN: -¡Humm! Por lo visto, será difícil ponernos de acuerdo. A mí también me gustan esas frutas. Pero ahora tengo sed y preferiría una tajada de papaya o de sandía roja.
ARTURO: -A mí me apetece ahora un melocotón grande, dulce y perfumado, de cáscara amarilla con una enorme mancha roja. Pero también me gustaría una tuna colorada o amarilla o un pacae grande o un membrillo maduro y suavecito. ¡Hace tiempo que no los pruebo!
Al llegar a la plaza, vimos que sólo quedaba una frutera y que, además, estaba alistando su carretilla para irse a su casa. Corrimos hacia ella y Eliana se nos adelantó.
ELIANA: -¡Señora, señora, espere un momentito! Queremos comprar fruta.
FRUTERA: -¡Uy! Ya guardé casi todo. ¿No quieren plátanos?
TODOS: - ¿Pláaa...ta...nos?
FRUTERA: -Sí, tengo plátanos de seda, maduritos, y también de la isla, palillos...
TODOS: - ¡No, señora! Siempre comemos plátanos... ¿Ahora queremos algo diferente!
FRUTERA: - Bueno, bueno, jovencitos, también tengo granadillas, maracuyá, peras de agua, peritos, mameyes, zapotes, paltas y cocos. ¿Qué prefieren?
Ante la pregunta de la frutera, chicos y chicas reiniciamos nuestro intercambio de propuestas. La discusión fue larga y apasionada.
No logramos ponernos de cuál fruta nos convenía comprar de acuerdo con nuestros gustos y con su precio, sabor, jugo y tamaño. Entonces decidimos hacer una votación.
Ganó una fruta que a varios chicos y chicas no nos gustaba mucho. Pero no dijimos nada, respetando el resultado de la votación.
Recuerdo que todos comimos con mucho gusto y alegría la misma fruta, la cual, como toda fruta, era deliciosa... aunque, claro, no tanto como las que yo haba propuesto... ¡Ahhh... si las hubieran probado!
Ahora, amiguito o amiguita, yo te pregunto: ¿Qué fruta crees que compramos? ¿Por cuál habrías votado tú? ¿Por qué?
Elmo Ledesma Zamora